26 may 2010

DEL EROTISMO. Me lees

...je lui parlais de son corps et de son sexe aussi,
de son ineffable douceur...Tout allait a son désir et
le fasait me prende. J'étais devenue son enfant.
Marguerite Duras
L'amant
¿Has pensado acaso? Seguro que lo pensaste, que estar leyéndome es como estar conmigo, es estar dentro de mí, dentro de mi pensamiento y de mis entrañas, en lo más profundo, allí donde nunca podrías haber llegado de otra manera. ¿Has pensado que es la más sensual de las maneras de estar conmigo?
Es como descubrirme y asombrarte. Es interminable porque perdura aún después de la lectura. En una tarde de lluvia soñabas que me tenías entre tus brazos, escondida. Como una hembra que pide protección al macho, como quisieras tenerme, sin voluntad, entregada. Como la mujer que no soy, como la hembra que sí soy.
Y mientras la lluvia caía, en tu mente se corporizaba la obstinada imagen de mi cuerpo, de mi sexo como una flor carnívora, de mis senos que te obsesionan, de mi boca que quisieras probar y sentías mi mirada que quería tragarte y entonces, en ausencia, me deseabas más que nunca, me imaginabas hecha un ovillo, rodeándote con mis brazos y sorbiendo tu sexo, pero yo no estaba pero sí estaba allí, en las palabras que habían salido de mi mente y de mis manos. Y entonces sabías, que, inevitablemente, ninguna mujer podría competir conmigo aunque yo no fuese competitiva, porque vos -como todo varón- lo eras y pensabas eso. Y entonces, nadie podía entrar en tu mente aunque lucharas por ver otro rostro y otro cuerpo de mujer. Era inevitable. Mientras la lluvia caía, lenta, intermitente, pesada, tenaz, llenándote de imágenes fugaces, de horas vividas, de amores consumidos, de lecturas recordadas, pero sin poder sacarme de tu imaginación, torturándote como un mal inesperado y, finalmente, rindiéndote a mi fascinación, comprendiendo que no era, en realidad, una competencia, que yo nada te pedía, que sólo estaba allí, dibujada en palabras, obsesionándote, sin siquiera proponérmelo. Y tenías miedo de seguir leyéndome, de continuar poseyéndome en tu imaginación mientras la lluvia caía persistente, para exacerbar todavía más tus sentidos que deseaban tenerme apretada, envuelta alrededor de tu cuerpo, que ansiaban acariciarme como a un gato bello y suave, dulce y desprotegido.
Por eso ahora ya has cerrado el libro que me desnuda, que me coloca a tu lado, en tu cama, porque te gusta leerme en la cama, en la intimidad, secretamente, para que nadie pueda suponer siquiera cuánto me deseas. Sólo las páginas de ese libro contendrán tu deseo, tu ansiedad, pero que no te delatará aunque es mejor no arriesgarse. Has cerrado el libro para dejar de leer mi cuerpo y mi mente, sintiendo que te agotas en un orgasmo intenso, sin mí.

Pequeño homenaje

"Pastora oh torre Eiffel
el rebaño de los puentes bala esta mañana."
Guillaume Apollinaire

Un cuento


HOY MATO A UN EDITOR

"No, por el momento", lo había escuchado decenas o cientos de veces. Era como "un lugar común" para las telefonistas de las editoriales. Se lo habían dicho de manera suave, casi susurrante, o cargada de una tonalidad esperanzada que hacía suponer una futura respuesta positiva. Las había escuchado también con un tono agresivo o fastidiado. Sentía que esas palabras golpeaban en sus oídos como un martilleo y le dolían, traspasaban la piel, se introducían en su corriente sanguínea y llegaban hasta su corazón. Había detestado miles de veces a esas mujeres indiferentes que destrozaban los sueños de los creadores, pero, en realidad, ellas eran sólo como autómatas que habían memorizado esas crueles palabras, no eran responsables.
Un día su bronca le dolió tanto que sintió que debía hacer algo. Era necesario vengarse, los culpables siempre eran los mismos y deberían pagar, eran ellos: los grandes editores. Ellos les habían ordenado a esas repetidoras, siervas del sistema capitalista, nefastas propagandistas de la globalización, que dijeran a todo escritor que ofreciera la lectura de sus originales:"No, por el momento". ¿Qué podía intentar frente a tanta crueldad? Se sentía impotente. Sin embargo, algo habría que hacer. Acaso se pudiera organizar una campaña informativa, a través de carteles callejeros, pero ¿a quién le importa lo que le pasa a los escritores? Lo mejor sería utilizar medidas más drásticas, quemando la mayoría de las editoriales o, por lo menos, ocasionándoles serios daños. Pero, ¿quién, entonces, volvería a editar sus libros? No creyó que encontrara adeptos que avalaran su propuesta, la mayoría de los autores eran tan serviles como esas empleadas, con tal de conseguir la edición de sus obras eran capaces de denunciarlo.
Pensó que su odio se estaba incrementando de tal manera que un día podía llegar a, movido por la furia, decidir matar a un editor, en especial, a uno de esas multinacionales. Allí la decisión acerca de la conveniencia sobre qué editar se resolvía en una mesa de marketing donde se consideraba como único valor lo oportuno del texto. La otra posibilidad de publicar en ese nivel de editoriales consistía en la amistad, u otro tipo de relaciones que el autor o autora mantuviese con alguno de los dueños del holding.
Cada vez le resultaba más obsesiva la idea de la venganza, tanto que, a veces, se despertaba pensando: hoy mato a un editor.

Los diarios de la mañana impactaron con la noticia que luego tuvo mucha difusión en los noticieros de TV. Más tarde, los medios se ocuparon de indagar sobre la vida del hombre asesinado, uno de los cuatro personajes más importantes del negocio editorial. Si bien Rolando Maidana era casado y con hijos adolescentes y no se le conocían escándalos, no se descartaba que pudiera tener una doble vida. Quizás escondiera una inclinación homosexual que podría deducirse de los últimos autores que había publicado: casi todos varones declarados o desconfiados de homo o bisexuales.
Ni siquiera se conjeturó en un crimen por venganza profesional, nunca se supo que un autor echazado se atreviera a matar a un editor, salvo en alguna historia. Como de costumbre – acaso por ser la hipótesis más simple- se optó por pensar en el crimen pasional, si bien no se descartaron otras posibilidades. La primera sospechosa fue la esposa, pero tal vez podría ser un varón traicionado en sus intereses, alguien que hubiera otorgado sus favores sexuales a cambio de una edición de sus libros o un empleado que esperara obtener algún beneficio importante en la empresa y una de ambas promesas no habría sido satisfecha. Los diarios sensacionalistas se regodearon escarbando en estas últimas opciones. Pero la policía tenía serias dudas, ya que el individuo había sido asesinado de dos tiros pero, además se le había amputado el dedo meñique de la mano izquierda y tenía tajos en el rostro. Estas últimas marcas remitían a un crimen mafioso, aunque también podía ser la obra de un psicópata que intentaba desorientar la investigación. El cuerpo se encontró en el departamento que el hombre utilizaba como escritorio privado.
Cuando, aproximadamente un mes después, apareció el segundo editor muerto en su lujoso auto, abandonado en una oscura cortada, casi con las mismas características que el anterior, la policía se decidió a descartar la hipótesis del crimen pasional y los diarios sensacionalistas compitieron llevando al absurdo historias cada vez más intrincadas y escabrosas. En realidad, al margen de los signos semejantes en sus respectivas muertes, lo único que estos dos hombres asesinados tenían en común era que habían manejado las empresas editoriales más importantes del país.
Fue después de este segundo asesinato, un poco para ayudar a un amigo mío, escritor aficionado de historias policiales, y al ser mi oficio la investigación criminal, que me puse a averiguar los hechos. Si mi intuición no fallaba y excepto que la policía descubriera al asesino, lo que era bastante improbable, pronto aparecerían muertos los otros dos editores que manejaban las empresas más importantes del ramo en el país y, acaso con las mismas características.
En menos de veinte días se halló en un cuarto de hotel muy exclusivo al tercer editor asesinado. Todos estaban muy desorientados. No había rastros ciertos que llevaran hacia un culpable. Mi amigo, lector compulsivo de novelas policiales, sostenía que la homicida era la mujer del primer editor muerto, conocida por todos ellos lo que le facilitaba el acceso sin que ninguno desconfiara y, agregaba, que ella había matado a su marido para vengar su infidelidad. El resto de los crímenes habrían sido perpetrados para esconder el primero, suponiendo que nadie repararía en la trampa. El razonamiento de mi amigo, aunque no me convencía, podía ser válido. Sin embargo, su teoría hizo agua cuando, precisamente, un cadáver cuyo rostro era irreconocible, se encontró ahogado flotando en un riacho, con indicios de haber sido arrastrado hasta allí y sin marcas de balazos en su cuerpo, luego que el cuarto editor hubiera sido denunciado como desaparecido por los directivos de la otra importante empresa editorial. ¿Cómo pudo una frágil mujer arrastrarlo hasta allí, luchar con él y ahogarlo? Deseché la colaboración de un cómplice en alguien tan astuto que había logrado hasta entonces desorientar a policías altamente entrenados.
Para abocarme al caso comencé por eliminar las posibilidades más obvias, y me ocupé de consultar a algunos de los amigos que había obtenido a través de los años en la profesión. Me interesaba saber si todas esas editoriales tenían algo en común en cuanto a su patrimonio, sus dirigentes o su origen. No tardé en enterarme de que todas ellas habían estado relacionadas con una "altruista" sociedad sin fines de lucro que ayudaba a niños desvalidos y desnutridos provenientes de las provincias más pobres. Esta asociación tan ambigua me hizo sospechar. No creía que estos grandes fabricantes de "éxitos literarios", que disponían de los medios publicitarios escritos y televisivos, pudieran tener relaciones con tan nobles personas. Al internarme en la investigación de dicha asociación, comprobé que sólo existía en la guía de teléfono, después descubrí que en Internet también figuraba. Parecía disponer de mucho capital proveniente de enormes ganancias obtenidas en tareas muy lícitas y en donaciones, algunas llegadas de países muy lejanos, el dinero era noblemente utilizado para ayudar a estos pobres niños. Pronto averigüé que, en realidad, esta asociación sin fines de lucro era inexistente en su función específica. Entre sus directivos aparecía un tal Juan R. Hernández, un nombre que yo creía haber escuchado alguna vez cuando asistí a la presentación del libro de un amigo mío. Sí, se trataba del mismo. A partir de aquel descubrimiento me ocupé de seguir los rastros de Hernández que, comprobé, había sido, sucesivamente, director de ediciones de las cuatro editoriales más poderosas. Esto, estaba seguro, no podía ser casual.
Cuando conocí el nombre del supuesto editor ahogado, identificado por las pruebas forenses, y supe que se trataba del desafortunado director de ediciones y no del editor gerente como había hecho suponer la denuncia de la empresa editorial, y que la inexistente y altruista compañía sin fines de lucro estaba sospechada de ser una herramienta utilizada para el lavado de dinero proveniente de la droga, todo se hizo claro para mí.
Evidentemente, el desdichado empleado, conocía bien estos negocios pero cayó en desgracia y fue desplazado de su puesto: primero amenazó con delatarlos y, al no ser tenido en cuenta, cometió los tres crímenes. La venganza es uno de los móviles que más a recorrido la historia criminal. Finalmente fue víctima de un asesinato por encargo de los mismos que habían sido sus empleadores.
No me sorprendió que los principales diarios destacaran la actitud de los directivos de las potentes editoriales que en el entierro de Hernández le habían brindado un homenaje póstumo a la "irremplazable pérdida de tan fiel y noble empleado" y habían otorgado a su viuda una pensión vitalicia.
Por mi parte no conseguí probar quiénes fueron los responsables de ese delito, ni menos aún la asociación ilícita de éstos con la supuesta sociedad benéfica. Sin embargo, sí tuve éxito para demostrar la inocencia de un pobre escritor, a quien se le imputaban los crímenes y yo le ofrecí mis servicios de abogado. Se trataba de un autor poco conocido, cuyo texto aludiendo a su deseo de matar a un editor había sido enviado por Internet a un amigo. De alguna extraña manera éste llegó a las computadoras del Departamento Central de Policía y, como parecía una confesión, el infeliz fue rápidamente individualizado, detenido y acusado de los asesinatos. Él quedó libre y, superado el mal trago, la fama que adquirió le sirvió para que varias editoriales, aprovechando el momento, le ofrecieran publicar sus libros.
No he vuelto a ver a mi defendido pero, me contaron que, a pesar de sus convicciones anteriores, aceptó el ofrecimiento de una importante empresa editora. He preferido olvidar el nombre del individuo que fue condenado por el crimen de Hernández, en cuanto a los tres editores asesinados, los expedientes de dicha investigación duermen en los archivos de los Tribunales centrales.
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Publicado en Internet en "Resonancias.org" "-Resonancias literarias. Publicación enfocada en el arte y la literatura latino- americanas. N° 63. Jueves 22 de febrero de 2007.
http://www.resonancias.org/ns/index.php

"Juana la vida"

Mi primera novela

Cuando alrededor de 1958 empecé a escribir lo que después sería Juana la vida era, dicho en porteño, una pendex, muy joven y aunque me gustaba la lectura ni soñaba con llegar a ser escritora ni menos aún una graduada universitaria de Letras. Sólo divagaba, deambulaba y me hacía bien escribir, porque, como sabemos, escribir es terapéutico. Lo malo es que algunos nos acostumbramos a esa terapia sin medir las consecuencias. Escribía cuentos y algunos poemas, esta última tarea fue luego abandonada por mí después de leer a ciertos poetas como Neruda, González Tuñón y Borges, entre otros. Entre mis aspiraciones estaba destacarme en el teatro y, tal vez, en la danza y me dediqué a esos estudios. Así fue como en 1965 conocí al dramaturgo y abogado Agustín Cuzzani, que había escrito los textos para un espectáculo de teatro y danza que Otto Werberg presentaría en el Teatro Astral, y en el que yo participaba. A pesar de la vergüenza que me producía me atreví a hablarle a Cuzzani de mis cuentos. Él los leyó y le gustaron. Me presentó al entonces prestigioso editor Jorge Álvarez, que me dijo, después de leerlos, que estaba muy bien pero que volviera cuando tuviera un libro. Agustín Cuzzani me sugirió una estrategia para que esos cuentos pudieran tomar la forma de una novela o nouvelle. Así nació la idea de Juana que sólo nueve años después, en 1974, cuando encontré editor y pude vencer mis dudas sobre su calidad, fue publicada. Mi vida ya no fue la misma desde entonces. Además, me volví audaz y fui a ver a Eduardo Galeano que entonces dirigía la prestigiosa revista “Crisis” y le dije que era mi primer libro y que no conocía a nadie del periodismo, que, por favor, lo leyeran y sacaran algo. Y él sacó lo que sigue.

Revista “Crisis”, Buenos Aires, julio 1974, Nº 15.
Itinerario/ libros. Narrativa.
Juana la vida, por Carmen Ortiz
Ediciones Latinoamericana. 78 pp.

La historia de una muchacha que nunca se aferró demasiado a nada ni a nadie. La acción en Buenos Aires de 1958 a 1970.Juana no pudo soportar la detención de Julio Molina. En su vida había entrado un nuevo elemento, la angustia. Era distinto del dolor y se parecía a la tristeza. Durante mucho tiempo fue a visitarlo a la cárcel. Sin embargo ella sabía que nunca estaría en su vida, un día se cansó como se cansaba de todo y dejó de ir. Nunca volvió a saber de él hasta aquel día, después de tantos años, en que lo encontró y lo sintió tan distinto.(En Juana la vida, por Carmen Ortiz, p.27)

(P. D.: La modelo de la foto de la tapa soy yo en esa época. Sin palabras.)

"La historia desconocida de La Maga"


Una mirada a La Maga de Julio Cortázar

Cuando decidí escribir mi novela La historia desconocida de La Maga lo hice con la convicción de que este personaje ha adquirido el carácter de universal. Cortázar nos brinda en Rayuela datos mínimos de su apariencia física, lo que nos permite imaginarla de distintas maneras. Pero Lucía, La Maga, trasciende la apariencia física, es emblemática. Es la imagen del París de los ’50, el mismo autor nos ubica, dice el narrador: “En esos días de los años cincuenta y tantos…” (C. 2) Es la época del auge de la filosofía existencialista sartreana y del Quartier latin, de las canciones de Juliette Gréco, de los textos de Boris Vian y de las caves. Lucía es la muchacha sudamericana con poca cultura, que ha sufrido humillaciones y fue violada y, sin embargo, es alegre y romántica. Es la lectora de Pérez Galdós (C. 34), que gusta de las flores amarillas y ama incondicionalmente a Horacio, quien la idealiza y, a veces, la menosprecia. Es la que nos conmueve por el amor a su hijo muerto.Esta es La Maga de todos los lectores pero, ¿qué significa La Maga en la estética cortazariana de búsqueda de una gnoseología metafísica? En este sentido la narrativa de Cortázar esta plagada de “perseguidores”, el más complejo de ellos es, sin duda, Horacio Oliveira, quien nunca llegará al conocimiento porque es un intelectual, y sólo los intuitivos, como La Maga o Johnny Carter (“El Perseguidor”), pueden llegar. Oliveira nos dice refiriéndose a ella, en el C. 21: “Yo describo y deseo esos ríos, ella los nada”.
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Diario "LA RAZÓN" de la Feria Internacional del Libro 2006

En San Telmo

Con Toto y Mafalda, en la esquina de Chile y Defensa.

Mi biografía



Amnesty. Madres de Plaza de Mayo. Congreso. Es un día gris. Un día para amar pero sin amor. Un día Amsterdam, un día Berlín, un día Brujas o Viena. Un día de un país europeo. Esos días inhóspitos de los países europeos centrales. No un día Madrid, un día Sevilla, un día Buenos Aires. Y yo pienso. Tampoco un día París que siempre es, aunque gris, romántica. Aunque niebla y llovizna, romántica, casi como Venecia pero más ciudad, más capaz de llenarme la piel y los sentidos. Más cubriéndome de arte y de belleza y de los ojos de los hombres que me miran no precisamente con una mirada fraterna. Y yo pienso. Ocurre en los días grises, como éste, en que pienso en mi biografía. Y mi biografía se une a París. París insólita, bella, romántica, enigmática. Se parece en algo a Buenos Aires: es imposible de conocer totalmente. Impenetrable. Es tan impenetrable como aquello que está detrás de mi mirada, de mis deseos ocultos, ésos que ni siquiera yo quiero conocer. He descubierto la manera de hacerlos accesibles, en parte, aunque siempre habrá algo que no querré saber, escribirlos en mi literatura. Y cuando escribo estoy transcribiendo mi biografía, tan alucinante como la de los poetas “malditos” ingleses o quizá más. Mi biografía está diseminada en mínimos detalles de mis personajes, en alguna de sus palabras pero fundamentalmente en sus pensamientos privados, ésos que no conocerán ni sus parejas, ni sus familias, ni aún sus amigos más íntimos. Ésos que tendrá que desentrañarse lentamente, con paciencia, entrando y saliendo de cada libro, de cada página, de cada palabra. Nunca conoceremos la totalidad, porque entonces seríamos Dios, sea éste real o una entelequia. Nunca sabremos la verdad, porque, en definitiva, la verdad es el enigma, el misterio, eso que nos hace bellos y fascinantes, eso que puede escaparse en un gesto, en un gesto casi inadvertido. Será por eso que amo la noche: porque el día es la luz que todo lo ilumina y la noche es la oscuridad que todo lo oculta, la noche es, como algunos cuentos de Borges, hermética. Todo está dicho, sin embargo no podemos descifrarlos con facilidad.Así es mi biografía escondida que habrá que buscar detenidamente en cada gesto, en cada palabra de mis personajes, aún en los gestos y las palabras “aparentemente” más intrascendentes.Sé que todo lo pudo ocultar La Maga en el misterio del Sena pero yo la hice vivir porque quería contar su historia que tiene mucho en común con mi historia, pero veladamente. Así nadie sabría cuando aúlla de placer o de rabia porque nadie sabe cuánto tenemos en común, por eso nos deleita su romanticismo o nos hace sufrir su dolor por el hijo muerto o por la pena causada por Horacio, cobarde, que la abandona en el momento que más lo necesita. La dulce Maga, con su carga de violaciones y de humillaciones y también con su alegría, con sus deseos de vivir a pesar de todo, tiene tantos rasgos de su autora. Por eso mi Maga no muere, es eterna porque ya era personaje pero también porque es persona, una persona entrañable que, a diferencia de la autora que la rescata, tiene algunos límites. Por eso La Maga, como otro de mis personajes es sólo, y también, fundamentalmente, parte de mi biografía.

Una foto


Con el poeta Antonio Cedrón (Septiembre 2009)

Membresía

La profesora de Letras, escritora y ensayista Carmen Ortiz forma parte como miembro activo del Grupo Cultural Baires Popular desde el año 2009, donde colabora en actividades de su especialidad, entre ellas la de tallerista.

Complete su cuento

Taller de escritura
Baires Popular invita a participar de manera gratuita del taller Complete su Cuento que tiene coordinación de la licenciada en Letras Carmen Ortiz. El mismo se llevará a cabo el martes 18 de mayo y todos los terceros martes de cada mes a las 18 horas, en la trastienda del Café Margot (avenida Boedo 857, esquina San Ignacio). Este taller se dicta en forma gratuita pero los cupos son limitados, por lo que se sugiere no demorar la inscripción, que podrá hacerse en la Mesa de Libros que funciona en la puerta del citado Café entre las 11 y las 13 horas los día sábados.