21 dic 2010

FINAL INESPERADO

VOLANDO BAJITO

Me equivoqué.
No tenías ni siquiera vocación de Ícaro.
Sin embargo, lo intentaste y eso me confundió. Estabas tan feliz en ese estadio complaciente de la medianía y apareció lo distinto: una atracción peligrosa, riesgosa, voluptuosa y te lanzaste a la conquista de esas sensaciones. Sin embargo tuviste miedo, porque esas palabras no estaban en tu diccionario.
Decidiste que era mejor seguir feliz, volando bajito.

BREVE HISTORIA DEL EROTISMO

EN EL COMIENZO: ¿CÓMO SE LLAMA?


Te pregunto: ¿cómo se llama lo que me produce tu cercanía?¿Cómo nombrar esta revolución que me sacude cuando me hablas de cierta manera, cuando me observas y me mirasa? Algo se siente en el aire casi inmaterial, algo confuso y agradable que está pasando, tácito, oculto.
Paremos, te ruego. Los dos sabemos que hay que parar con estas no ocurrencias, de cierta manera. Paremos. Ese algo que es una presencia que no queremos ver, pero que ninguno de los dos ignoramos, terminará por imponerse y nada podrá detenernos. Nada. No pensemos.
No escuchemos lo que nos seduce del otro. No miremos aquello que está tan prohibido como pisar el césped de las plazas públicas, porque si lo pisamos nos convertiremos en infractores y estaremos presos de la culpa. Por favor, no respondas a mi pregunta.
Ambos sabemos cómo se llama.

DEL ENIGMÁTICO MUNDO DEL DESEO


Si yo supiera... acaso si supiera,¿ será tan bueno sentir estas cosas? Éstas de las que no se sabe si es angustia, pero en todo caso es una angustia no angustiosa sino cosquillante, anhelante, mientras te pienso. Y cuando te pienso te imagino y no me importa nada, ni nadie. Te siento, te siento en mi piel y sé que me pensás a pesar tuyo, sé que no podés sacarme de tu mente. Sé que a cada rato estoy volviendo a tu piel que me desea, que voy entrando en vos muy lentamente, entro en los capilares de toda tu piel y de allí a todos los resquicios de tu sangre.
Acaso imagines que se trata de un juego peligroso, sin embargo no creo saludable pensarlo: vivir, vivir es en sí muy peligroso. Juguemos más a que no nos conocemos a que no sabemos nada el uno del otro, a que no sabemos ni quiénes somos y verás que a pesar de ello, del juego, de ese engaño, nada podrá impedir que volvamos a atraernos, a sentir que nos necesitamos, que lenta pero inexorablemente nuestros cuerpos serán uno y ese momento será tan feliz y tan supremo, que sabremos que lo estuvimos esperando desde siempre, que lo repetiremos tantas veces deseemos internarnos en el enigmático mundo del deseo sublime y brutal de poseer al otro incontenibles y sin tiempo. Y sé que me imaginas y sólo eso te hace sentir pleno y desesperado porque nunca pensaste en sentir tanto y tan a destiempo.
Pero qué hermoso es sentirlo, ¿no es cierto? En este tiempo único y nuestro no hay competencia, no hay compromisos, sólo hay placer, placer amoroso apasionado.

EL MISTERIO Y EL EROTISMO

Ahora aún queda el misterio, aunque no podamos ocultar más esa carga de erotismo que nos acerca, que apenas pueden disimular nuestras cultas miradas. ¿A quién engañamos? Si los dos sabemos que morimos por sentir la piel del otro, por tocarnos, por entregarnos sin frenos a besarnos íntegros y sin fin. En última instancia a ninguno de los dos nos importa lo atractivo que puede ser la vida del otro, todo el bagaje de información y conocimientos que tenga . No, no intentemos engañarnos más, ambos sabemos que en cuanto estemos solos y en intimidad, omitiremos las palabras y trataremos de saciar tantos días, horas y minutos de ansiedad compartida y disimulada, de saciar ese hambre del otro.
Ya, ¡ hagámoslo de una vez ! No pensemos. Mañana podríamos estar muertos. No nos detengamos en prejuicios. Nadie va a sufrir porque nosotros nos amemos sin fin, es nuestro secreto. Y como es secreto es aún más apetecible. Empecemos de una vez a develar el misterio de la plenitud del erotismo. Es tan intenso nuestro deseo que casi nos quedamos sin palabras cuando intentamos adornar la mentira de que sólo nos interesa lo valioso que es el otro. No, lo que queremos es poseernos, poseernos sin fin hasta que nos abandonen las fuerzas, hasta desfallecer escondidos en esos brazos , con nuestra pasión a flor de piel para comprender, al fin, que, como dicen los creyentes, existe el paraíso y nosotros estamos gozando de él, cuando gozamos de ese cuerpo, cuando besamos todos los resquicios del cuerpo que nos desespera, nos hace sentir plenos, nos enloquece.

DEL EROTISMO Y LA LLUVIA


Llueve. Llueve y atardece. Llueve y te pienso. Llueve y me acurruco pegada a tu cuerpo, pegada a tu piel. Y te siento y me acaricia tu calor y tu deseo. Y tus manos grandes, dulces, no agresivas se regodean en las formas de mi cuerpo porque llueve y es muy bello estar juntos, deseándonos, jugando a hacer el amor, besándonos levemente pero deseando lamernos. Y siento que mientras escuchamos la lluvia y la tarde deviene gris nos mordemos suavemente, nos acariciamos y nuestros cuerpos se tensan ávidos de orgasmos y de caricias, en desesperados esfuerzos por prolongar los momentos previos a la entrega total, al placer total, a nuestro desenfreno ya inevitable, con el sonido de la lluvia sonando como una melodía hasta que ya no hay más contención posible y nos retorcemos y gritamos, y aullamos de deseos y de placer entregados a la maravillosa locura de poseernos sin límites y sin tiempo.

18 oct 2010

Pero... también fui bailarina.

Aunque te parezca mentira, ésa soy yo en 1972.

Presentación en Margot de "Cortázar el Mago"

Germán Cáceres, Virginia Ameztoy, Carmen Ortiz, Leonardo Busquet
28-9-2010

Presentación en Margot de "Cortázar el Mago"

En el Bar "Margot", con Leonardo Busquet,
28-9-2010

9 oct 2010

INTIMIDADES

Escribiré sólo por eso.
Sólo porque estoy triste de mí y de mi pobre e ignorada vida
voy a escribir estos poemas que en borradores estaban escondidos, acaso porque estoy muy triste de mí, triste de vos y de otros tantos.



Poema 1 : El círculo mágico

El círculo mágico
En que te encierro
En que me encierras
En el que a veces convivimos, escondidos.

Ese círculo sin acceso para el mundo
Ese laberíntico recorrido que nos impulsa,
Ocultos de nosotros mismos
Al círculo en el que nos refugiamos
De nosotros, de nuestra pasión,
de esta locura erótica, muda, contenida,
Allí donde podemos encerrarlo todo,
Lugar pleno de luces y matices,
Ambos nos transformamos ahí,
Logramos la metamorfosis de nosotros ,
Nos liberamos de las convenciones,
Y nos penetramos a través de la mirada cómplice,
De nuestra disimulada cobardía
De palabras enigmáticas, escondidas,
De todo lo que no nos atrevemos a decirnos
Y puedo besarte hasta agotarme de vos
Y puedes tocarme hasta saciarte de mí
Y podemos fundirnos con la eternidad
Sin que nadie nos vea ni nos juzgue
Sin que ni nosotros mismos podamos vernos
Porque somos otros y los mismos
Cuando nos encerramos en nuestro círculo mágico.
Y los dos compartimos ese juego erótico
Al que nos entregamos,
Y nos amamos, nos agotamos
En un orgasmo de palabras,
y los dos sabemos
Que nos estamos besando y poseyendo,
Con un amor eterno,
Porque el deseo no sabe de razones.





Poema 2: En el comienzo

Cuando me miras
Me creas,
Cuando me tocas
Me inventas.
Si me acaricias
Existo,
Si besas mi boca, mi pelo, mi piel,
Aparezco.
Si me haces el amor
Descubres mis sentidos
Mi perversión hermética y escondida
Vivo total
Y me conoces verdadera.
Tu boca en mi sexo,
tu lengua que me recorre entera,
Despiertan mi locura,
Te acercan a mi oculto misterio,
A mi sed de ti, insaciable
A mi pasión, a mi verdad ardiente.
A veces, si me acosas
Me asusto y titubeo
Mas luego me arrepiento,
Y me entrego total,
Y te poseo.

Poema 3: En el final

Desencantada y
Visceral
Me siento desgarrada
Cuando ya no me pensaba
capaz de desgarrarme por amor
cuando me creía curada
de la muerte de los amores.
Llegaste en silencio,
como los ladrones insignificantes
y me traspasaste con tu tozuda inconsciencia
de pequeño hombre
incapaz de volar conmigo ,
hacia la amplitud infinita
Y me heriste
Con tu cruel medianía,
Repetida, pequeña,
Como pájaro de pequeñas alas.
Nunca tuviste vocación de Ícaro,
No podías volar alto y yo otra vez, tercamente ,
Volví a creer, a sospechar
Que acaso eras capaz de quemarte con el sol del universo,
De habitar en este mundo mío,
Sin límites,
Ese lugar,
Donde es posible
Amarse hasta la última fibra.

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7 oct 2010

Presentación de libro Casa de la Lectura

Con Virginia Ameztoy y Leonardo Busquet
23-9-2010

Presentación libro en Casa de la Lectura

Charla con Leonardo Busquet

23-9-2010


20 ago 2010

Cuentos de la dictadura

EL ÁNGEL DE LA CÚPULA*


“¿Pero qué es la historia de América sino
una crónica de lo real maravilloso?”
Alejo Carpentier, El reino de este mundo.



Rostros de hombres y mujeres me miraban desde la cúpula. Bellos, realmente bellos. Pertenecían a los hermosos murales que muchos años atrás habían pintado talentosos y reconocidos artistas plásticos, en las Galerías Pacífico.
En su época más floreciente- que yo recuerde- las Galerías poseyeron locales que se utilizaban, en su mayoría, para exposiciones de pintura y aunque hubo otros de carácter más comercial, guardaban relación con la estética del lugar. Hacia fines de los 70 apareció en un extremo, debajo de la cúpula, una confortable sucursal de los Ferrocarriles Argentinos, donde yo solía ir a sacar pasajes para viajar a Mar del Plata con mi familia. En los 80, después de la derrota de Malvinas, se la llamó “Centro Cultural Las Malvinas”. En ese tiempo se la empleó para hacer algunos espectáculos. Las paredes se cubrieron con exposiciones de cuadros de dudoso valor artístico. También se habilitó una salita donde se proyectaban videos de promoción literaria y turística. Algo había que denotaba una suerte de deterioro en el gusto y en la conservación. La confortable sucursal de los Ferrocarriles empezó a presentar signos de prematuro envejecimiento y descuido. Pronto las galerías de arte se trastocaron en otros locales de exposición y venta de tapices de escasa calidad. A menudo invadía todo el ámbito una música estridente. Hasta vi, una vez, que en la entrada que daba a Florida- la otrora calle europea y aristocrática de Buenos Aires-, se repartían volantes promocionando un restaurante vegetariano. A pesar de todo, desde la cúpula los rostros de la belleza me seguían mirando.
Un día, después de la euforia por la llegada de la democracia, entré casi por costumbre y me dirigí hacia el centro. Me detuve antes a mirar un cuadro en la pared lateral. Fue la primera vez que oí aquel sonido. Me di vuelta y observé al hombre que, detrás de mí, miraba la insólita pintura. Estaba absorto. Parecía no haber escuchado nada. Extrañada, seguí mi camino pasando por la pared central y, al fijar mi mirada en la cúpula me pareció observar un ángel que no recordaba haber visto antes, pintado en los murales. Tenía una expresión de tristeza. Doblé. Me paré ante un cuadro titulado “Myself” (Yo mismo, aclaraba). Era demasiado abstracto para mí, representaba un punto celeste colocado en el centro de un fondo azul que hería mis ojos. No podía entender cómo eso estaba ubicado en lugar preferencial, cerca de los murales pintados por los maestros Berni, Castagnino, Colmeiro, Spilimbergo, y Urruchúa. Ya me iba, renunciando a comprender su significado y pensando que me traía a la memoria los dibujos infantiles, excepto que los niños no usaban colores tan agresivos, cuando algo me paralizó. Aquel ruido que antes había oído se tornó más fuerte, y me pareció, estaba casi segura, de que no se trataba de un simple sonido sino de un gemido. Me estremecí. ¿Qué pasaba?
Era de tarde. Había poca gente en las Galerías. Miré alrededor de mí. El hombre que hasta entonces casi siguiera mis pasos, ya había desistido y se dirigía con celeridad a la salida de la calle Florida. Vi además a una señora que se encaminaba hacia la puerta que daba a Córdoba, y se detuvo frente a una tienda que habían instalado últimamente y que tenía unos precios carísimos.
¿No vendría el sonido de la sala de videos? No, imposible. Además, en ese momento recordé que abría a las siete de la tarde y eran poco más de las cuatro. ¿Sería una ilusión auditiva? ¿Tendría razón mi novio que me decía que a veces no oía bien y que debería hacerme revisar? Siempre pensé que era una broma. Nunca se notaba cuando Horacio hablaba en serio. A esta altura de mi carrera no sabía aún si el que oye mal puede creer oír lo que no existe. Estaba inmovilizada frente a ese cuadro. ¡Pensar que Velázquez había pintado “Las Meninas”, Van Gogh “Los botines”, Degas “Lección de danza”, Seurat “El circo”, Portinari “Muchacha mulata”, etc, etc, etc.! Y yo estaba condenada a no moverme de allí, porque me paralizaban la sugestión y el miedo. Me armé de coraje y caminé hacia mi izquierda. Me topé con otras pinturas menos conflictivas aunque igualmente malas.¿Quién autorizaba esas exposiciones? Era una irreverencia, sobre todo cerca de los murales de los maestros. Salí por Viamonte. Di vuelta y seguí por Florida hacia Corrientes. Al fin entré en un bar a tomar café. Todavía me duraba la impresión. Saqué mis apuntes y me puse a leer, tenía un parcial en pocos días.
A las siete fui a buscar a Horacio a su trabajo. Como sus padres habían venido a visitarlo desde Rosario tuvimos que ir a un hotel. Hicimos el amor y como siempre fue maravilloso. Mientras descansaba encendí un cigarrillo, y en la dulce complicidad de la cama le conté lo que me había pasado en las Galerías Pacífico. Me contestó que en lugar de estudiar Medicina debería haberme dedicado a escribir, ya que tenía tanta facilidad para imaginar y fabular. Me enojé apenas levemente, porque dudaba de mis propias sensaciones.
El día siguiente era sábado y tenía que reunirme con unos compañeros para estudiar desde temprano, así que no pensé más en el asunto. Esperaría al lunes para volver, y no se lo contaría a nadie. De mañana no podría ir porque tenía clases en la facultad.
No sé si fue casualidad pero volví a la misma hora. Esta vez entré por Córdoba y me deslicé con lentitud pasando por delante de los negocios nuevos, que no me parecían precisamente los más apropiados para un espacio que albergaba una galería de arte. Por ejemplo: la juguetería que tenía un robot en la entrada o la lencería de ropa fina para damas, entre otros. Aunque era lunes, había más gente que el viernes. Pasé el centro y me dirigí al sitio en el que estaba el cuadro fatal donde había escuchado el gemido. Nada pasó. Entonces Horacio tenía razón, se trataba de una impresión mía. Recorrí apresurada la galería de cuadros que daba a Florida, de ambos lados, y no oí nada. Antes de irme me volví a parar bajo la cúpula para admirar su belleza y en ese momento ocurrió. Me pareció ver que el mismo ángel del otro día ahora lloraba. Sentí que un río helado corría por mis venas. Percibí un sonido arrastrado, forzado. Escuché. Era la voz de una mujer que hablaba, algo así como un pedido de auxilio. Me nombraba:-“¡Helena!”-. ¡Dios mío! ¿No me estaría volviendo loca?
Cuando recobré la serenidad, miré a alrededor de mí y divisé a una señora arrastrando a un chico de poca edad que se aburría-como yo- de los cuadros colgados en las paredes. Con seguridad esperaban el horario para mirar los videos. También vi a dos adolescentes con útiles que, supuse, se habían “hecho la rabona” al colegio. Había un señor formal con portafolios. Oí detrás de mí y luego vi a dos jovencitos que se reían y conversaban en voz alta. Pero, ¿cómo nadie había notado nada? Sólo yo.
Unos minutos después el lamento se hizo más fuerte e intenso:-“¡Helena! ¡Ayuda!”. Me tapé los oídos. De pronto, la estridente música me ocultó la voz. Las piernas me temblaban. Dos lágrimas cayeron de mis ojos. Sentí más que miedo un dolor profundo.
El martes me encontré con mi novio, no le conté nada. Algo me decía que debía guardar silencio. Se me ocurrió que era un secreto. En algún momento Horacio me dijo que me notaba rara, le hice un chiste y no insistió.
El miércoles, cuando volví a las Galerías, fui directamente a pararme debajo de la cúpula. Caminé como quien espera a alguien. Me pareció que el dueño del negocio de videos me sonreía como reconociéndome. Desvié la mirada y me dirigí a la en otra época confortable y ahora alicaída Oficina de Información y Venta de pasajes, de Ferrocarriles Argentinos. Me paré frente a la vidriera como para observar los comunicados. De pronto, la voz volvió: “¡Helena, ayúdame!” Y luego continuó- “Tengo veintidós años – hizo una pausa-. Me llamo Laura”. En ese momento parecía que la voz se había agotado, pero habló otra vez-. “Me tienen prisionera”. Y después percibí algo así como un golpe.
Otra vez mis piernas se aflojaron. Estaba obnubilada. No podía pensar. Escuchaba voces. Era seguro que me estaba volviendo loca. ¡Veintidós años! ¡Mi misma edad!¡No ¡ ¡No podía ser! Se trataba de una ilusión auditiva. No tenía a quien contarle esto. Mis padres no me creerían, a lo sumo me mandarían a que consultara a un médico. Horacio terminaría por aburrirse de mí, yo lo amaba. ¿Por qué nadie oía lo que yo escuchaba?
Esa noche, a pesar de haberme tomado una pastilla para dormir, no recetada- lo confieso-, soñé con Laura. En mi sueño era una muchacha muy parecida a mí, como yo también estudiaba Medicina. Actuaba como una especie de dirigente, siempre defendía a los compañeros con problemas. Así se me apareció organizando una manifestación de protesta porque nos revisaban bolsos y carteras en la entrada de la facultad, y porque nos habían cambiado arbitrariamente una fecha de examen. Dicen que en los años de la dictadura militar ocurrían esas cosas. O sea, que aunque yo aparecía en el sueño, éste se refería a esa época. De repente, todo cambió, ella estaba en un lugar oscuro, impreciso, y gritaba porque alguien la sometía a un tormento con electricidad. Por suerte me desperté. Puse la radio bajita y escuché música suave. Me dormí cuando ya había amanecido.
A la mañana, una conjetura se introdujo en mi atormentada cabeza. En los tristes días del Proceso habían “desaparecido” muchos estudiantes de mi facultad. Yo había llegado después, con la democracia, y no sabía casi nada de eso, no obstante, me propuse averiguar.
Se confirmaron mis sospechas: en la Facultad de Medicina, a la que yo asistía, había existido una Laura, luego desaparecida. Ella era, en cierta medida, una activista que siempre daba la cara por los demás. Estaba afiliada a un partido de izquierda, aunque, según me dijeron, era más bien una revolucionaria utópica porque odiaba la violencia. Cuando se la llevaron tenía veintidós años.
Con mi novio jamás hablábamos del tema de los desaparecidos. No éramos indiferentes, supongo, aunque nunca habíamos ido a una manifestación, de las que realizaban los organismos de derechos humanos para pedir castigo a los culpables. Yo me dedicaba a estudiar y él estaba haciendo una buena carrera en la empresa en que trabajaba. Nos casaríamos en dos o tres años más.
No, no le contaría nada de lo que había sabido. Pero, ¿podría cargar con todo eso yo sola?
Tardé una semana en reponerme. Necesitaba conocer más, busqué información. Me enteré de que en el tiempo de la dictadura militar habían existido trescientos cuarenta centros de detención clandestina, donde se torturaba y mataba a los subversivos al orden establecido y a los supuestos subversivos. La tarde del jueves, por primera vez, como ya había dado el examen a la mañana, fui a la marcha que las Madres de Plaza de Mayo realizaban todos los jueves alrededor de la Pirámide. Fue una sensación distinta. No se lo conté a nadie.
El viernes me animé y acudí a mi cita con Laura. Debajo de la cúpula, el ángel se puso una mano en la boca indicándome que guardara silencio. En ese momento me di cuenta: el ángel era el que me abría la puerta para oírla. Siempre había sido así y yo recién entonces lo comprendía. Esta vez su voz era muy tenue. Me dijo:-“¡Gracias, Helena! ¡Gracias por escucharme! Yo estoy muerta. Me mataron. No me olvides.”- Y después, en un último esfuerzo agregó:-“No te arriesgues. No vengas más a escucharme, vos también estás vigilada. ¡No te arriesgues!” La voz se silenció. Miré hacia enfrente. El dueño del negocio de videos me observaba, y esta vez no sonreía.

El tiempo ha pasado. Estamos en junio de 1990. Yo me he recibido de médica y Horacio es subgerente de la empresa en que trabajaba. Nos hemos casado a fines del año pasado. A veces, cuando cierro los ojos para dormirme, en la plácida felicidad del lecho compartido, me parece ver la cúpula de los maestros y, asomándose, el rostro de un misterioso ángel junto al de una joven, algo parecida a mí, que me sonríe. No he vuelto a escuchar su voz. En el diario de esta mañana he leído una noticia sorprendente, dice que las cárceles clandestinas de la época de la dictadura militar no eran trescientas cuarenta sino trescientos cuarenta y una. La última se descubrió en estos días, cuando las tareas de remodelación que se están haciendo para convertir las Galerías Pacífico en un importante centro comercial, permitieron ver, en el segundo subsuelo, verdaderas celdas donde todavía hay fechas y nombres de ese tiempo escritos y perforaciones en las paredes, y hasta algún zapato quemado. Dicen que las Galerías Pacífico fueron un lugar ideal para esas actividades porque la acústica amortiguaba todos los ruidos.

Los días 8 y 9 de junio de 1990, los diarios de Buenos Aires “Sur”y “Página/12” informaron y fotografiaron el hallazgo, en los trabajos de remodelación, de otra de las cárceles clandestinas de la dictadura militar, en el subsuelo de las Galerías Pacífico.



(*) Publicado en Internet: http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/ortiz_carmen/index.htm

19 ago 2010

Un cuento

JE T`ATTENDRAI *


Recordé tus últimas palabras dichas diez años atrás. Acaso, a pesar de ser argentino, como yo, me las dijiste en francés porque estábamos en París, que era donde vos vivías y yo paseaba.”Je t’attendrai”-, me dijiste. Sin embargo no había amor en tu tono. Me aseguraste que me esperarías por ser gentil, por si volvía allí. Yo retornaba a Buenos Aires al día siguiente. No comprendiste lo que despertabas en mí y era casi increíble, sólo te había visto dos veces una, compartiendo el asiento del avión, del que bajé en Madrid y en el que seguías hasta París y otra, casi un mes después, cuando terminé mi periplo y llegué a París y decidí llamarte por teléfono el día anterior a mi regreso.
Me acuerdo que nos encontramos en Montparnasse. Más tarde, desde Buenos Aires, te escribí. No me contestaste.
Pero yo necesitaba continuar la historia. Como soy escritora te imaginé como personaje de una novela. Él se llamaría Christian, como vos, tendría tus mismas características: tu belleza, tu pelo sedoso y tus ojos profundos y oscuros, tu misma profesión, sería argentino y viviría en tu misma calle.
En mi novela yo podría desarrollar todas mis fantasías, podría vivir a tu lado y amarte cuantas veces quisiera. Contaría tu historia, lo que yo sabía y lo que me había imaginado, nuestros encuentros reales y nuestro amor y convivencia posteriores, ficticios. La novela estaría dedicada a vos, con tu nombre y apellidos verdaderos.
Cuando se editó el libro, los lectores encontraron algo novelescos nuestros encuentros, los reales, y aceptaron sin retaceos el resto de la historia, la inventada. No me importó usar tu nombre y vivir con vos a mi antojo el amor en el personaje de la escritora, que tanto se parecía a mí. París estaba tan lejos de Buenos Aires. Nunca te enterarías.
En diez años no he vuelto a esa ciudad. Mi novela fue un éxito, pero no llegó a las librerías francesas. No se tradujo a ese idioma. No te enterarías nunca del amor que vivimos en letra de molde. El amor de Christian y Marietje.


Hace unos días, caminando por el centro de Buenos Aires vi un anuncio en un afiche, se refería a una conferencia de un especialista, en lo mismo que vos lo eras. A mi memoria vino tu recuerdo. Mis ojos se negaban a mirar el nombre del profesional. Tuve miedo. No sé si por la persona o por el personaje. Y sí, era cierto. Se trataba de tu nombre y decía que venía de París.
Algo ocurrió dentro de mí, vos estabas congelado en mi pasado. Sin embargo, hice un esfuerzo y te llamé por teléfono al número que se indicaba. No te acordabas de mí, lógicamente. Pero cuando te expliqué me dijiste que me esperabas en la reunión. Recordé: “Je t’attendrai”
La curiosidad y el temor me llevaron a ese lugar. Desempolvé el antiguo sombrero de fieltro negro y ala ancha que había comprado en París, diez años atrás, para usarlo. Traté de verme más delgada- como era entonces- aunque sólo conseguí disimular con ropa oscura algunos quilos. ¿Cómo estarías?
Rememoré nuestro encuentro y luego busqué mi novela y leí las páginas de las apasionadas escenas de amor Christian y Marietje. ¿Cómo habría sido si hubiese ocurrido realmente? ¿Cómo nos habríamos amado? Temía. No sabía bien por qué. Estabas tan unido a mi mundo novelesco que me costaba separarte y colocarte en el cotidiano. Me asustaba que perdieras tu misterio.
Fui al lugar que me indicaste. Había bastante gente y tardabas en llegar. Varias veces estuve a punto de irme. Finalmente viniste.
El ambiente era muy loco, extraño y en cierta medida correspondía a una imagen tuya que acaso tuve cuando te conocí y que luego modifiqué en mi novela dándole un carácter más romántico, diría, menos corriente. Allí estaba la cuestión: dudaba de encontrarte, a pesar de tu larga residencia en Europa, a la manera argentina. En el avión eras una incógnita, luego en París te vi envuelto en el clima lejano y fantástico de la hermosa ciudad francesa, en su niebla, en su frío, en sus copitos de nieve y en sus techos negros y sus cúpulas hacia el cielo.
Te vi en la reunión. Nos miramos casi sin reconocernos. No se trataba de una conferencia. ¡Ese espectáculo impreciso era tan distinto de lo que yo había escrito en mi libro! Vos eras diferente, menos lejano, menos esquivo, quizá demasiado accesible. Me pregunté si me hubieras interesado e impresionado como para recrearte en una historia ficticia si diez años atrás te hubiese conocido como te mostrabas ahora. La angustiosa e inocultable respuesta era “no”.
Me fui antes de que terminara la función, sin despedirme de vos. Al salir del lugar, alumbrado con luces azules y poblado de jóvenes estáticos y adultos asombrados, cerré los ojos e imaginé aquel encuentro y tus últimas palabras. Tal vez pudiéramos hallarnos en otra fracción de espacio y tiempo en que ambos pudiéramos sorprendernos con la presencia del otro. Esto era- cómo diría sin ser cruel- una burda realización de algo que imaginé sutil.

La otra noche vi a Christian caminando por Buenos Aires, llevaba puesta la campera de cuero negro que tenía diez años atrás cuando nos conocimos a bordo del avión, la misma mirada penetrante llena de prometedores destellos. Era tan hermoso como entonces e inexplicablemente en todo ese tiempo no había envejecido nada. Se detuvo al verme, fascinado.
-¡Marietje! - me dijo emocionado-. No pensé que pudiera volver a encontrarte tan pronto. ¡ Esto es fantástico!
Me extrañó que me llamara por el nombre de mi personaje y no por el mío verdadero, acaso habría leído la novela. Por mi parte, lo vi tan igual al que me había dejado en Montparnasse, que sólo atiné a decirle:
- ¿Vos aquí?
- Sí, querida, estaba demasiado triste allá. Me sentía solo.
Estaba sorprendida de que me dijera “querida” con tanta calidez en realidad no habíamos tenido ninguna intimidad.
- ¿Y tu trabajo, Christian? ¿Pensás en quedarte en Buenos Aires?
- Me abandonaste. ¿Te acordás?
“Me abandonaste”, dijo, y yo no podía entender. Yo jamás lo abandoné porque jamás hubo nada entre nosotros. ¿Qué estaba pasando? En la novela sí, allí la escritora abandona a Christian después de largos meses de amor, para volverse a Buenos Aires. ¿Con quién estaba hablando?
No sé por qué parecía haberse borrado para ambos la noche de la reciente conferencia-espectáculo. ¡Es que había cambiado tanto desde entonces! Parecía que todo el tiempo hubiese vuelto atrás contradiciendo las leyes naturales. -¿Recordás?- me dijo- je t’attendrai, te dije cuando me dejaste en París, pero me cansé de esperarte.
Con esas palabras en francés terminó mi encuentro en Montparnasse con Christian y las mismas palabras decía mi personaje cuando se despedía de Marietje en el aeropuerto Charles De Gaulle. ¿Con quién estaba hablando? No me dio tiempo a averiguarlo porque me tomó en sus brazos y me susurró:
- Vine a buscarte. No creo que me hayas olvidado, que ya no me ames, que te niegues a completar nuestra historia.
Me aferré a él y nos besamos con pasión. Lo acompañaría adonde me llevara, me latía el corazón aceleradamente. Dejé de preguntarme con qué Christian estaba.




*Publicado en Rev. “Letras de Buenos Aires”, Año 15, Nº 32, Octubre de 1995, Buenos Aires.
* Publicado y traducido al inglés en “Santa Bárbara Review”, Volume 4, Number 3, Fall / Winter 1996, Santa Barbara, California, USA.
* Publicado en “Hojas Literarias”, Nº 14, Abril-Mayo y Junio 1996, Barcelona, España.-




Un michi pensante


18 ago 2010

DE AMANTES Y JUEGOS CRUELES



JUEGO CRUEL

Sola y perdida
con mi soledad por compañera
con mi soledad que se acuesta
junto a mí en la cama
con esa soledad mordiente
que te desplaza en mi costado
mientras vos,
escondes a otra mujer entre tus brazos
penetras en su cuerpo
sin pensar en mis deseos
ni en mi piel
ni en mi pelo
entretienes tus manos en otros senos
otra risa se pega a tu cabello
y con otra mujer compartes ese orgasmo,
el que me prometió tu mirada
tus manos tus ocultos espasmos
la elocuencia de tus silencios
y tus simbólicas palabras
y más aún
tu mente que no consigue borrarme
del recóndito clamor de tus entrañas
entonces,
sola y perdida
me escondo yo también en otros brazos
y sólo por no sentirme desgarrada
ni tan inútilmente harta de abrazar el aire
entro en tu juego cruel
y te suplanto.

15 ago 2010

DEL SENTIR

¿Cómo se llama?


Te pregunto:¿Cómo se llama lo que me produce tu cercanía? ¿Cómo nombrar esta revolución que me sacude cuando me hablas, de cierta manera; cuando me observas y me miras, de cierta manera? Algo se siente en el aire casi inmaterial, algo confuso y agradable que está pasando, tácito, oculto.
Paremos, te ruego. Los dos sabemos que hay que parar con estas no ocurrencias, de cierta manera. Paremos. Ese algo que es una presencia que no queremos ver, pero que ninguno de los dos ignoramos, terminará por imponerse y nada podrá detenernos. Nada. No pensemos. No escuchemos lo que nos seduce del otro. No miremos aquello que está tan prohibido como pisar el césped de las plazas públicas, porque si lo pisamos nos convertiremos en infractores y estaremos presos de la culpa. Por favor, no respondas a mi pregunta.
Ambos sabemos cómo se llama.

4 ago 2010


Julio Cortázar, una estética de la búsqueda, Bs. As: Almagesto (1994)

"¿Por qué volví?¿Por qué tenía que volver a mi isla donde conocí una
soledad tan diferente, volver para encontrarme todavía más solo y
oírme decir por mi propio criado que toda la culpa era mía?"
Adiós ,Robinson

(Julio Cortázar una estética de la búsqueda, p.9)




EL RESTO NO ES SILENCIO
Bs. As., Torres Agüero, (1989)


“Anochece. Un grupo de mujeres de cierta edad, con pañuelos
blancos en la cabeza giran alrededor de la Plaza de Mayo. Están
tan mimetizadas con el lugar que no parecen reales”.
(p.174)

LAS MUJERES FATALES SE QUEDAN SOLAS
Bs. As., Almagesto, (1998)

“Teníamos avidez de toda clase de experiencias, queríamos
vivir un amor total […]Nuestros cuerpos jóvenes querían
sentir el goce en cada poro de la piel”
(pp. 17-18)

25 jun 2010

SIN ALIENTO


Vos, que sin querer me devuelves la sonrisa,
que al mirarme recuperas en mí los años transcurridos,
el ángel de la plaza, las noches de pasión sin término
y la chispa de mi luz en tu recuerdo.

Vos, que me miras y me transitas todos los caminos
desde mis zapatos bajos de cuando era piba,
mi jean ajustado que te detiene en mi cadera,
mi remera azul de adolescente
y luego buscas debajo de la tela, la pasión intensa
que se oculta recóndita en mis senos.

Vos, que me devuelves la edad de los sueños
cuando era imposible pensar en la muerte
cuando sólo la vida era lo urgente
y para mí
lo urgente eran tus ojos de todos los colores
y para vos
lo urgente eran mi piel y mis caricias.

Has vuelto a revivirme con tu risa
con tus ojos de felino misterioso
con tu piel quemada por el sol de todos los océanos
con tu palabra brumosa y repentina,
a decirme
que estoy viva para vos
y, por lo tanto,
estoy viva para la vida
para el amor,
para todos los fuegos de los soles
para todas las honduras de la noche
para quedarme eterna, apasionada
a tu lado hasta el final, entregada a tu amor
sin aliento, sin respiro.


Carmen Ortiz

9 jun 2010

MI CUMPLEAÑOS

El 11 de junio es el aniversario de la Segunda Fundación de Buenos Aires y del nacimiento de un gran escritor argentino,Leopoldo Marechal, es también la fecha de mi cumpleaños (geminiana). Yo soy escritora y además una porteña empecinada.

JULIO CORTÁZAR


6 jun 2010

La laberíntica búsqueda del artículo oculto

La historia comenzó si es que comenzó en algún momento o no sé si fue como ciertas historias del escritor Julio Cortázar,circular,sin principio ni fin.[...] Acaso todo comenzó a principios de los años '80 [...]... las bibliotecas y los bares para estudiantes empezaron a poblar los espacios vacíos de mi vida [...] Leía y releía sus cuentos y en pequeños papelitos iba anotando observaciones. Una costumbre - que entonces no sabía-había tenido el mismo Cortázar cuando escribía los bosquejos de lo que luego sería su revolucionaria novela , cuya estructura nos llevaría a leerla jugando y saltando la rayuela.
En Cortázar el mago,de Carmen Ortiz,Bs.As.:Díada,2010, 224pp.colección ensayo.

26 may 2010

DEL EROTISMO. Me lees

...je lui parlais de son corps et de son sexe aussi,
de son ineffable douceur...Tout allait a son désir et
le fasait me prende. J'étais devenue son enfant.
Marguerite Duras
L'amant
¿Has pensado acaso? Seguro que lo pensaste, que estar leyéndome es como estar conmigo, es estar dentro de mí, dentro de mi pensamiento y de mis entrañas, en lo más profundo, allí donde nunca podrías haber llegado de otra manera. ¿Has pensado que es la más sensual de las maneras de estar conmigo?
Es como descubrirme y asombrarte. Es interminable porque perdura aún después de la lectura. En una tarde de lluvia soñabas que me tenías entre tus brazos, escondida. Como una hembra que pide protección al macho, como quisieras tenerme, sin voluntad, entregada. Como la mujer que no soy, como la hembra que sí soy.
Y mientras la lluvia caía, en tu mente se corporizaba la obstinada imagen de mi cuerpo, de mi sexo como una flor carnívora, de mis senos que te obsesionan, de mi boca que quisieras probar y sentías mi mirada que quería tragarte y entonces, en ausencia, me deseabas más que nunca, me imaginabas hecha un ovillo, rodeándote con mis brazos y sorbiendo tu sexo, pero yo no estaba pero sí estaba allí, en las palabras que habían salido de mi mente y de mis manos. Y entonces sabías, que, inevitablemente, ninguna mujer podría competir conmigo aunque yo no fuese competitiva, porque vos -como todo varón- lo eras y pensabas eso. Y entonces, nadie podía entrar en tu mente aunque lucharas por ver otro rostro y otro cuerpo de mujer. Era inevitable. Mientras la lluvia caía, lenta, intermitente, pesada, tenaz, llenándote de imágenes fugaces, de horas vividas, de amores consumidos, de lecturas recordadas, pero sin poder sacarme de tu imaginación, torturándote como un mal inesperado y, finalmente, rindiéndote a mi fascinación, comprendiendo que no era, en realidad, una competencia, que yo nada te pedía, que sólo estaba allí, dibujada en palabras, obsesionándote, sin siquiera proponérmelo. Y tenías miedo de seguir leyéndome, de continuar poseyéndome en tu imaginación mientras la lluvia caía persistente, para exacerbar todavía más tus sentidos que deseaban tenerme apretada, envuelta alrededor de tu cuerpo, que ansiaban acariciarme como a un gato bello y suave, dulce y desprotegido.
Por eso ahora ya has cerrado el libro que me desnuda, que me coloca a tu lado, en tu cama, porque te gusta leerme en la cama, en la intimidad, secretamente, para que nadie pueda suponer siquiera cuánto me deseas. Sólo las páginas de ese libro contendrán tu deseo, tu ansiedad, pero que no te delatará aunque es mejor no arriesgarse. Has cerrado el libro para dejar de leer mi cuerpo y mi mente, sintiendo que te agotas en un orgasmo intenso, sin mí.

Pequeño homenaje

"Pastora oh torre Eiffel
el rebaño de los puentes bala esta mañana."
Guillaume Apollinaire

Un cuento


HOY MATO A UN EDITOR

"No, por el momento", lo había escuchado decenas o cientos de veces. Era como "un lugar común" para las telefonistas de las editoriales. Se lo habían dicho de manera suave, casi susurrante, o cargada de una tonalidad esperanzada que hacía suponer una futura respuesta positiva. Las había escuchado también con un tono agresivo o fastidiado. Sentía que esas palabras golpeaban en sus oídos como un martilleo y le dolían, traspasaban la piel, se introducían en su corriente sanguínea y llegaban hasta su corazón. Había detestado miles de veces a esas mujeres indiferentes que destrozaban los sueños de los creadores, pero, en realidad, ellas eran sólo como autómatas que habían memorizado esas crueles palabras, no eran responsables.
Un día su bronca le dolió tanto que sintió que debía hacer algo. Era necesario vengarse, los culpables siempre eran los mismos y deberían pagar, eran ellos: los grandes editores. Ellos les habían ordenado a esas repetidoras, siervas del sistema capitalista, nefastas propagandistas de la globalización, que dijeran a todo escritor que ofreciera la lectura de sus originales:"No, por el momento". ¿Qué podía intentar frente a tanta crueldad? Se sentía impotente. Sin embargo, algo habría que hacer. Acaso se pudiera organizar una campaña informativa, a través de carteles callejeros, pero ¿a quién le importa lo que le pasa a los escritores? Lo mejor sería utilizar medidas más drásticas, quemando la mayoría de las editoriales o, por lo menos, ocasionándoles serios daños. Pero, ¿quién, entonces, volvería a editar sus libros? No creyó que encontrara adeptos que avalaran su propuesta, la mayoría de los autores eran tan serviles como esas empleadas, con tal de conseguir la edición de sus obras eran capaces de denunciarlo.
Pensó que su odio se estaba incrementando de tal manera que un día podía llegar a, movido por la furia, decidir matar a un editor, en especial, a uno de esas multinacionales. Allí la decisión acerca de la conveniencia sobre qué editar se resolvía en una mesa de marketing donde se consideraba como único valor lo oportuno del texto. La otra posibilidad de publicar en ese nivel de editoriales consistía en la amistad, u otro tipo de relaciones que el autor o autora mantuviese con alguno de los dueños del holding.
Cada vez le resultaba más obsesiva la idea de la venganza, tanto que, a veces, se despertaba pensando: hoy mato a un editor.

Los diarios de la mañana impactaron con la noticia que luego tuvo mucha difusión en los noticieros de TV. Más tarde, los medios se ocuparon de indagar sobre la vida del hombre asesinado, uno de los cuatro personajes más importantes del negocio editorial. Si bien Rolando Maidana era casado y con hijos adolescentes y no se le conocían escándalos, no se descartaba que pudiera tener una doble vida. Quizás escondiera una inclinación homosexual que podría deducirse de los últimos autores que había publicado: casi todos varones declarados o desconfiados de homo o bisexuales.
Ni siquiera se conjeturó en un crimen por venganza profesional, nunca se supo que un autor echazado se atreviera a matar a un editor, salvo en alguna historia. Como de costumbre – acaso por ser la hipótesis más simple- se optó por pensar en el crimen pasional, si bien no se descartaron otras posibilidades. La primera sospechosa fue la esposa, pero tal vez podría ser un varón traicionado en sus intereses, alguien que hubiera otorgado sus favores sexuales a cambio de una edición de sus libros o un empleado que esperara obtener algún beneficio importante en la empresa y una de ambas promesas no habría sido satisfecha. Los diarios sensacionalistas se regodearon escarbando en estas últimas opciones. Pero la policía tenía serias dudas, ya que el individuo había sido asesinado de dos tiros pero, además se le había amputado el dedo meñique de la mano izquierda y tenía tajos en el rostro. Estas últimas marcas remitían a un crimen mafioso, aunque también podía ser la obra de un psicópata que intentaba desorientar la investigación. El cuerpo se encontró en el departamento que el hombre utilizaba como escritorio privado.
Cuando, aproximadamente un mes después, apareció el segundo editor muerto en su lujoso auto, abandonado en una oscura cortada, casi con las mismas características que el anterior, la policía se decidió a descartar la hipótesis del crimen pasional y los diarios sensacionalistas compitieron llevando al absurdo historias cada vez más intrincadas y escabrosas. En realidad, al margen de los signos semejantes en sus respectivas muertes, lo único que estos dos hombres asesinados tenían en común era que habían manejado las empresas editoriales más importantes del país.
Fue después de este segundo asesinato, un poco para ayudar a un amigo mío, escritor aficionado de historias policiales, y al ser mi oficio la investigación criminal, que me puse a averiguar los hechos. Si mi intuición no fallaba y excepto que la policía descubriera al asesino, lo que era bastante improbable, pronto aparecerían muertos los otros dos editores que manejaban las empresas más importantes del ramo en el país y, acaso con las mismas características.
En menos de veinte días se halló en un cuarto de hotel muy exclusivo al tercer editor asesinado. Todos estaban muy desorientados. No había rastros ciertos que llevaran hacia un culpable. Mi amigo, lector compulsivo de novelas policiales, sostenía que la homicida era la mujer del primer editor muerto, conocida por todos ellos lo que le facilitaba el acceso sin que ninguno desconfiara y, agregaba, que ella había matado a su marido para vengar su infidelidad. El resto de los crímenes habrían sido perpetrados para esconder el primero, suponiendo que nadie repararía en la trampa. El razonamiento de mi amigo, aunque no me convencía, podía ser válido. Sin embargo, su teoría hizo agua cuando, precisamente, un cadáver cuyo rostro era irreconocible, se encontró ahogado flotando en un riacho, con indicios de haber sido arrastrado hasta allí y sin marcas de balazos en su cuerpo, luego que el cuarto editor hubiera sido denunciado como desaparecido por los directivos de la otra importante empresa editorial. ¿Cómo pudo una frágil mujer arrastrarlo hasta allí, luchar con él y ahogarlo? Deseché la colaboración de un cómplice en alguien tan astuto que había logrado hasta entonces desorientar a policías altamente entrenados.
Para abocarme al caso comencé por eliminar las posibilidades más obvias, y me ocupé de consultar a algunos de los amigos que había obtenido a través de los años en la profesión. Me interesaba saber si todas esas editoriales tenían algo en común en cuanto a su patrimonio, sus dirigentes o su origen. No tardé en enterarme de que todas ellas habían estado relacionadas con una "altruista" sociedad sin fines de lucro que ayudaba a niños desvalidos y desnutridos provenientes de las provincias más pobres. Esta asociación tan ambigua me hizo sospechar. No creía que estos grandes fabricantes de "éxitos literarios", que disponían de los medios publicitarios escritos y televisivos, pudieran tener relaciones con tan nobles personas. Al internarme en la investigación de dicha asociación, comprobé que sólo existía en la guía de teléfono, después descubrí que en Internet también figuraba. Parecía disponer de mucho capital proveniente de enormes ganancias obtenidas en tareas muy lícitas y en donaciones, algunas llegadas de países muy lejanos, el dinero era noblemente utilizado para ayudar a estos pobres niños. Pronto averigüé que, en realidad, esta asociación sin fines de lucro era inexistente en su función específica. Entre sus directivos aparecía un tal Juan R. Hernández, un nombre que yo creía haber escuchado alguna vez cuando asistí a la presentación del libro de un amigo mío. Sí, se trataba del mismo. A partir de aquel descubrimiento me ocupé de seguir los rastros de Hernández que, comprobé, había sido, sucesivamente, director de ediciones de las cuatro editoriales más poderosas. Esto, estaba seguro, no podía ser casual.
Cuando conocí el nombre del supuesto editor ahogado, identificado por las pruebas forenses, y supe que se trataba del desafortunado director de ediciones y no del editor gerente como había hecho suponer la denuncia de la empresa editorial, y que la inexistente y altruista compañía sin fines de lucro estaba sospechada de ser una herramienta utilizada para el lavado de dinero proveniente de la droga, todo se hizo claro para mí.
Evidentemente, el desdichado empleado, conocía bien estos negocios pero cayó en desgracia y fue desplazado de su puesto: primero amenazó con delatarlos y, al no ser tenido en cuenta, cometió los tres crímenes. La venganza es uno de los móviles que más a recorrido la historia criminal. Finalmente fue víctima de un asesinato por encargo de los mismos que habían sido sus empleadores.
No me sorprendió que los principales diarios destacaran la actitud de los directivos de las potentes editoriales que en el entierro de Hernández le habían brindado un homenaje póstumo a la "irremplazable pérdida de tan fiel y noble empleado" y habían otorgado a su viuda una pensión vitalicia.
Por mi parte no conseguí probar quiénes fueron los responsables de ese delito, ni menos aún la asociación ilícita de éstos con la supuesta sociedad benéfica. Sin embargo, sí tuve éxito para demostrar la inocencia de un pobre escritor, a quien se le imputaban los crímenes y yo le ofrecí mis servicios de abogado. Se trataba de un autor poco conocido, cuyo texto aludiendo a su deseo de matar a un editor había sido enviado por Internet a un amigo. De alguna extraña manera éste llegó a las computadoras del Departamento Central de Policía y, como parecía una confesión, el infeliz fue rápidamente individualizado, detenido y acusado de los asesinatos. Él quedó libre y, superado el mal trago, la fama que adquirió le sirvió para que varias editoriales, aprovechando el momento, le ofrecieran publicar sus libros.
No he vuelto a ver a mi defendido pero, me contaron que, a pesar de sus convicciones anteriores, aceptó el ofrecimiento de una importante empresa editora. He preferido olvidar el nombre del individuo que fue condenado por el crimen de Hernández, en cuanto a los tres editores asesinados, los expedientes de dicha investigación duermen en los archivos de los Tribunales centrales.
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Publicado en Internet en "Resonancias.org" "-Resonancias literarias. Publicación enfocada en el arte y la literatura latino- americanas. N° 63. Jueves 22 de febrero de 2007.
http://www.resonancias.org/ns/index.php

"Juana la vida"

Mi primera novela

Cuando alrededor de 1958 empecé a escribir lo que después sería Juana la vida era, dicho en porteño, una pendex, muy joven y aunque me gustaba la lectura ni soñaba con llegar a ser escritora ni menos aún una graduada universitaria de Letras. Sólo divagaba, deambulaba y me hacía bien escribir, porque, como sabemos, escribir es terapéutico. Lo malo es que algunos nos acostumbramos a esa terapia sin medir las consecuencias. Escribía cuentos y algunos poemas, esta última tarea fue luego abandonada por mí después de leer a ciertos poetas como Neruda, González Tuñón y Borges, entre otros. Entre mis aspiraciones estaba destacarme en el teatro y, tal vez, en la danza y me dediqué a esos estudios. Así fue como en 1965 conocí al dramaturgo y abogado Agustín Cuzzani, que había escrito los textos para un espectáculo de teatro y danza que Otto Werberg presentaría en el Teatro Astral, y en el que yo participaba. A pesar de la vergüenza que me producía me atreví a hablarle a Cuzzani de mis cuentos. Él los leyó y le gustaron. Me presentó al entonces prestigioso editor Jorge Álvarez, que me dijo, después de leerlos, que estaba muy bien pero que volviera cuando tuviera un libro. Agustín Cuzzani me sugirió una estrategia para que esos cuentos pudieran tomar la forma de una novela o nouvelle. Así nació la idea de Juana que sólo nueve años después, en 1974, cuando encontré editor y pude vencer mis dudas sobre su calidad, fue publicada. Mi vida ya no fue la misma desde entonces. Además, me volví audaz y fui a ver a Eduardo Galeano que entonces dirigía la prestigiosa revista “Crisis” y le dije que era mi primer libro y que no conocía a nadie del periodismo, que, por favor, lo leyeran y sacaran algo. Y él sacó lo que sigue.

Revista “Crisis”, Buenos Aires, julio 1974, Nº 15.
Itinerario/ libros. Narrativa.
Juana la vida, por Carmen Ortiz
Ediciones Latinoamericana. 78 pp.

La historia de una muchacha que nunca se aferró demasiado a nada ni a nadie. La acción en Buenos Aires de 1958 a 1970.Juana no pudo soportar la detención de Julio Molina. En su vida había entrado un nuevo elemento, la angustia. Era distinto del dolor y se parecía a la tristeza. Durante mucho tiempo fue a visitarlo a la cárcel. Sin embargo ella sabía que nunca estaría en su vida, un día se cansó como se cansaba de todo y dejó de ir. Nunca volvió a saber de él hasta aquel día, después de tantos años, en que lo encontró y lo sintió tan distinto.(En Juana la vida, por Carmen Ortiz, p.27)

(P. D.: La modelo de la foto de la tapa soy yo en esa época. Sin palabras.)

"La historia desconocida de La Maga"


Una mirada a La Maga de Julio Cortázar

Cuando decidí escribir mi novela La historia desconocida de La Maga lo hice con la convicción de que este personaje ha adquirido el carácter de universal. Cortázar nos brinda en Rayuela datos mínimos de su apariencia física, lo que nos permite imaginarla de distintas maneras. Pero Lucía, La Maga, trasciende la apariencia física, es emblemática. Es la imagen del París de los ’50, el mismo autor nos ubica, dice el narrador: “En esos días de los años cincuenta y tantos…” (C. 2) Es la época del auge de la filosofía existencialista sartreana y del Quartier latin, de las canciones de Juliette Gréco, de los textos de Boris Vian y de las caves. Lucía es la muchacha sudamericana con poca cultura, que ha sufrido humillaciones y fue violada y, sin embargo, es alegre y romántica. Es la lectora de Pérez Galdós (C. 34), que gusta de las flores amarillas y ama incondicionalmente a Horacio, quien la idealiza y, a veces, la menosprecia. Es la que nos conmueve por el amor a su hijo muerto.Esta es La Maga de todos los lectores pero, ¿qué significa La Maga en la estética cortazariana de búsqueda de una gnoseología metafísica? En este sentido la narrativa de Cortázar esta plagada de “perseguidores”, el más complejo de ellos es, sin duda, Horacio Oliveira, quien nunca llegará al conocimiento porque es un intelectual, y sólo los intuitivos, como La Maga o Johnny Carter (“El Perseguidor”), pueden llegar. Oliveira nos dice refiriéndose a ella, en el C. 21: “Yo describo y deseo esos ríos, ella los nada”.
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Diario "LA RAZÓN" de la Feria Internacional del Libro 2006

En San Telmo

Con Toto y Mafalda, en la esquina de Chile y Defensa.

Mi biografía



Amnesty. Madres de Plaza de Mayo. Congreso. Es un día gris. Un día para amar pero sin amor. Un día Amsterdam, un día Berlín, un día Brujas o Viena. Un día de un país europeo. Esos días inhóspitos de los países europeos centrales. No un día Madrid, un día Sevilla, un día Buenos Aires. Y yo pienso. Tampoco un día París que siempre es, aunque gris, romántica. Aunque niebla y llovizna, romántica, casi como Venecia pero más ciudad, más capaz de llenarme la piel y los sentidos. Más cubriéndome de arte y de belleza y de los ojos de los hombres que me miran no precisamente con una mirada fraterna. Y yo pienso. Ocurre en los días grises, como éste, en que pienso en mi biografía. Y mi biografía se une a París. París insólita, bella, romántica, enigmática. Se parece en algo a Buenos Aires: es imposible de conocer totalmente. Impenetrable. Es tan impenetrable como aquello que está detrás de mi mirada, de mis deseos ocultos, ésos que ni siquiera yo quiero conocer. He descubierto la manera de hacerlos accesibles, en parte, aunque siempre habrá algo que no querré saber, escribirlos en mi literatura. Y cuando escribo estoy transcribiendo mi biografía, tan alucinante como la de los poetas “malditos” ingleses o quizá más. Mi biografía está diseminada en mínimos detalles de mis personajes, en alguna de sus palabras pero fundamentalmente en sus pensamientos privados, ésos que no conocerán ni sus parejas, ni sus familias, ni aún sus amigos más íntimos. Ésos que tendrá que desentrañarse lentamente, con paciencia, entrando y saliendo de cada libro, de cada página, de cada palabra. Nunca conoceremos la totalidad, porque entonces seríamos Dios, sea éste real o una entelequia. Nunca sabremos la verdad, porque, en definitiva, la verdad es el enigma, el misterio, eso que nos hace bellos y fascinantes, eso que puede escaparse en un gesto, en un gesto casi inadvertido. Será por eso que amo la noche: porque el día es la luz que todo lo ilumina y la noche es la oscuridad que todo lo oculta, la noche es, como algunos cuentos de Borges, hermética. Todo está dicho, sin embargo no podemos descifrarlos con facilidad.Así es mi biografía escondida que habrá que buscar detenidamente en cada gesto, en cada palabra de mis personajes, aún en los gestos y las palabras “aparentemente” más intrascendentes.Sé que todo lo pudo ocultar La Maga en el misterio del Sena pero yo la hice vivir porque quería contar su historia que tiene mucho en común con mi historia, pero veladamente. Así nadie sabría cuando aúlla de placer o de rabia porque nadie sabe cuánto tenemos en común, por eso nos deleita su romanticismo o nos hace sufrir su dolor por el hijo muerto o por la pena causada por Horacio, cobarde, que la abandona en el momento que más lo necesita. La dulce Maga, con su carga de violaciones y de humillaciones y también con su alegría, con sus deseos de vivir a pesar de todo, tiene tantos rasgos de su autora. Por eso mi Maga no muere, es eterna porque ya era personaje pero también porque es persona, una persona entrañable que, a diferencia de la autora que la rescata, tiene algunos límites. Por eso La Maga, como otro de mis personajes es sólo, y también, fundamentalmente, parte de mi biografía.

Una foto


Con el poeta Antonio Cedrón (Septiembre 2009)

Membresía

La profesora de Letras, escritora y ensayista Carmen Ortiz forma parte como miembro activo del Grupo Cultural Baires Popular desde el año 2009, donde colabora en actividades de su especialidad, entre ellas la de tallerista.

Complete su cuento

Taller de escritura
Baires Popular invita a participar de manera gratuita del taller Complete su Cuento que tiene coordinación de la licenciada en Letras Carmen Ortiz. El mismo se llevará a cabo el martes 18 de mayo y todos los terceros martes de cada mes a las 18 horas, en la trastienda del Café Margot (avenida Boedo 857, esquina San Ignacio). Este taller se dicta en forma gratuita pero los cupos son limitados, por lo que se sugiere no demorar la inscripción, que podrá hacerse en la Mesa de Libros que funciona en la puerta del citado Café entre las 11 y las 13 horas los día sábados.