19 ago 2010

Un cuento

JE T`ATTENDRAI *


Recordé tus últimas palabras dichas diez años atrás. Acaso, a pesar de ser argentino, como yo, me las dijiste en francés porque estábamos en París, que era donde vos vivías y yo paseaba.”Je t’attendrai”-, me dijiste. Sin embargo no había amor en tu tono. Me aseguraste que me esperarías por ser gentil, por si volvía allí. Yo retornaba a Buenos Aires al día siguiente. No comprendiste lo que despertabas en mí y era casi increíble, sólo te había visto dos veces una, compartiendo el asiento del avión, del que bajé en Madrid y en el que seguías hasta París y otra, casi un mes después, cuando terminé mi periplo y llegué a París y decidí llamarte por teléfono el día anterior a mi regreso.
Me acuerdo que nos encontramos en Montparnasse. Más tarde, desde Buenos Aires, te escribí. No me contestaste.
Pero yo necesitaba continuar la historia. Como soy escritora te imaginé como personaje de una novela. Él se llamaría Christian, como vos, tendría tus mismas características: tu belleza, tu pelo sedoso y tus ojos profundos y oscuros, tu misma profesión, sería argentino y viviría en tu misma calle.
En mi novela yo podría desarrollar todas mis fantasías, podría vivir a tu lado y amarte cuantas veces quisiera. Contaría tu historia, lo que yo sabía y lo que me había imaginado, nuestros encuentros reales y nuestro amor y convivencia posteriores, ficticios. La novela estaría dedicada a vos, con tu nombre y apellidos verdaderos.
Cuando se editó el libro, los lectores encontraron algo novelescos nuestros encuentros, los reales, y aceptaron sin retaceos el resto de la historia, la inventada. No me importó usar tu nombre y vivir con vos a mi antojo el amor en el personaje de la escritora, que tanto se parecía a mí. París estaba tan lejos de Buenos Aires. Nunca te enterarías.
En diez años no he vuelto a esa ciudad. Mi novela fue un éxito, pero no llegó a las librerías francesas. No se tradujo a ese idioma. No te enterarías nunca del amor que vivimos en letra de molde. El amor de Christian y Marietje.


Hace unos días, caminando por el centro de Buenos Aires vi un anuncio en un afiche, se refería a una conferencia de un especialista, en lo mismo que vos lo eras. A mi memoria vino tu recuerdo. Mis ojos se negaban a mirar el nombre del profesional. Tuve miedo. No sé si por la persona o por el personaje. Y sí, era cierto. Se trataba de tu nombre y decía que venía de París.
Algo ocurrió dentro de mí, vos estabas congelado en mi pasado. Sin embargo, hice un esfuerzo y te llamé por teléfono al número que se indicaba. No te acordabas de mí, lógicamente. Pero cuando te expliqué me dijiste que me esperabas en la reunión. Recordé: “Je t’attendrai”
La curiosidad y el temor me llevaron a ese lugar. Desempolvé el antiguo sombrero de fieltro negro y ala ancha que había comprado en París, diez años atrás, para usarlo. Traté de verme más delgada- como era entonces- aunque sólo conseguí disimular con ropa oscura algunos quilos. ¿Cómo estarías?
Rememoré nuestro encuentro y luego busqué mi novela y leí las páginas de las apasionadas escenas de amor Christian y Marietje. ¿Cómo habría sido si hubiese ocurrido realmente? ¿Cómo nos habríamos amado? Temía. No sabía bien por qué. Estabas tan unido a mi mundo novelesco que me costaba separarte y colocarte en el cotidiano. Me asustaba que perdieras tu misterio.
Fui al lugar que me indicaste. Había bastante gente y tardabas en llegar. Varias veces estuve a punto de irme. Finalmente viniste.
El ambiente era muy loco, extraño y en cierta medida correspondía a una imagen tuya que acaso tuve cuando te conocí y que luego modifiqué en mi novela dándole un carácter más romántico, diría, menos corriente. Allí estaba la cuestión: dudaba de encontrarte, a pesar de tu larga residencia en Europa, a la manera argentina. En el avión eras una incógnita, luego en París te vi envuelto en el clima lejano y fantástico de la hermosa ciudad francesa, en su niebla, en su frío, en sus copitos de nieve y en sus techos negros y sus cúpulas hacia el cielo.
Te vi en la reunión. Nos miramos casi sin reconocernos. No se trataba de una conferencia. ¡Ese espectáculo impreciso era tan distinto de lo que yo había escrito en mi libro! Vos eras diferente, menos lejano, menos esquivo, quizá demasiado accesible. Me pregunté si me hubieras interesado e impresionado como para recrearte en una historia ficticia si diez años atrás te hubiese conocido como te mostrabas ahora. La angustiosa e inocultable respuesta era “no”.
Me fui antes de que terminara la función, sin despedirme de vos. Al salir del lugar, alumbrado con luces azules y poblado de jóvenes estáticos y adultos asombrados, cerré los ojos e imaginé aquel encuentro y tus últimas palabras. Tal vez pudiéramos hallarnos en otra fracción de espacio y tiempo en que ambos pudiéramos sorprendernos con la presencia del otro. Esto era- cómo diría sin ser cruel- una burda realización de algo que imaginé sutil.

La otra noche vi a Christian caminando por Buenos Aires, llevaba puesta la campera de cuero negro que tenía diez años atrás cuando nos conocimos a bordo del avión, la misma mirada penetrante llena de prometedores destellos. Era tan hermoso como entonces e inexplicablemente en todo ese tiempo no había envejecido nada. Se detuvo al verme, fascinado.
-¡Marietje! - me dijo emocionado-. No pensé que pudiera volver a encontrarte tan pronto. ¡ Esto es fantástico!
Me extrañó que me llamara por el nombre de mi personaje y no por el mío verdadero, acaso habría leído la novela. Por mi parte, lo vi tan igual al que me había dejado en Montparnasse, que sólo atiné a decirle:
- ¿Vos aquí?
- Sí, querida, estaba demasiado triste allá. Me sentía solo.
Estaba sorprendida de que me dijera “querida” con tanta calidez en realidad no habíamos tenido ninguna intimidad.
- ¿Y tu trabajo, Christian? ¿Pensás en quedarte en Buenos Aires?
- Me abandonaste. ¿Te acordás?
“Me abandonaste”, dijo, y yo no podía entender. Yo jamás lo abandoné porque jamás hubo nada entre nosotros. ¿Qué estaba pasando? En la novela sí, allí la escritora abandona a Christian después de largos meses de amor, para volverse a Buenos Aires. ¿Con quién estaba hablando?
No sé por qué parecía haberse borrado para ambos la noche de la reciente conferencia-espectáculo. ¡Es que había cambiado tanto desde entonces! Parecía que todo el tiempo hubiese vuelto atrás contradiciendo las leyes naturales. -¿Recordás?- me dijo- je t’attendrai, te dije cuando me dejaste en París, pero me cansé de esperarte.
Con esas palabras en francés terminó mi encuentro en Montparnasse con Christian y las mismas palabras decía mi personaje cuando se despedía de Marietje en el aeropuerto Charles De Gaulle. ¿Con quién estaba hablando? No me dio tiempo a averiguarlo porque me tomó en sus brazos y me susurró:
- Vine a buscarte. No creo que me hayas olvidado, que ya no me ames, que te niegues a completar nuestra historia.
Me aferré a él y nos besamos con pasión. Lo acompañaría adonde me llevara, me latía el corazón aceleradamente. Dejé de preguntarme con qué Christian estaba.




*Publicado en Rev. “Letras de Buenos Aires”, Año 15, Nº 32, Octubre de 1995, Buenos Aires.
* Publicado y traducido al inglés en “Santa Bárbara Review”, Volume 4, Number 3, Fall / Winter 1996, Santa Barbara, California, USA.
* Publicado en “Hojas Literarias”, Nº 14, Abril-Mayo y Junio 1996, Barcelona, España.-




No hay comentarios: